Manchester

Llegué a Manchester sin muchas pistas, una derecha, dos izquierdas, Milán, otra izquierda y ya está. Joy Divison me esperaba, como era de pensarse en estas épocas tan suyas. Luces rojas, sin kumbala, pero con algo de cerveza y unos tipos que parecían atrapados en los años 60's, de esos snobs franceses que solían vestir de negro entallado pero sin boinas, quizá por el calor. Por el contrario, el acento del hombre de la barra me llevó a Buenos Aires. Una cerveza, -la única de la noche- me decía mi bolsillo y los dos euros que saqué además de unas migajas de pan y un papel con un teléfono ilegible 666-mancha.mancha.5-pedazo roto-03. Ojalá pudiera si quiera recordar de quién era. Lo guardé de nuevo junto a las migajas, no fueran a ser pistas de un próximo acertijo. El teléfono sonó, eran ellos, compañía y quizá dos cervezas y una noche más larga. No se si me alegraba más por verlos o por las cervezas. Ustedes saben la respuesta.

Después de ¿un par? de cervezas y una salida a la calle para un-quien-sabe-qué mi consciencia empezó a agachar la cabeza y tuve que dejar a Morrissey y su Everyday's like sunday, a pesar de que me iba tan bien en ese momento.

En el camino fue necesario realizar un par de paradas técnicas, tomar respiración y regresar un poco de lo que la noche me había dado. Siempre hay que ser agradecidos, dando y dando. Despertar y saber que Manchester como otros lugares siempre estaría ahí. Uno a la lista. Adiós Black Horse, uno menos a la lista de nostalgias.