Nunca creí en algo como en la lluvia. Su paso siempre ha sido un augurio, generalmente de tristeza y pesadumbre, digna de su naturaleza. Tan silenciosa, tan constante, tan lluvia. Hoy abrí la ventana de madrugada, horas indignas para su presencia, y de la nada... apareció. Efímera pero contundente. Le ayudé con un par de gotas personales y la saludé mirándola a los ojos. Se confundieron mis lluvias con sus lluvias y te recordé. Otra vez.
(Queso)
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