viernes, junio 06, 2014
El peso de las partículas sobre el poder del puño. Uno es limpio, suave y contundente. Debe ser duro enfrentarse a él. El otro, el otro, se come a cucharadas, sabe amargo y es casi imposible de tragar sin sentir al estómago revolcarse entre los otros órganos. El salivar justo después del asco. "No soy tan fuerte", pienso. "Ojalá sólo tuvieras que tomar una bala", ruego. "Son demasiados, son demasiados", lloriqueo. Siento el vómito caminar por mi garganta avisándome que no piensa dar ni un paso atrás. Aquí va.
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